lunes, 21 de octubre de 2013

Rosquillas fritas de la abuela


*** Lo que tenemos que hacer para que nuestras recetas pasen de generación en generación, es elaborarlas con todo el cariño que se pueda poner para que se trasmita a los tuyos cuando las coman y las recuerden como algo especial que les hacías de pequeños.

  En mis recuerdos quedan muchos momentos de tardes de otoño jugando en la calle y al llegar a casa encontrarme con una fuente de rosquillas recién hechas.

   Ahora soy yo quien se las hace a mis hijos y veo en ellos las mismas reacciones que las mías cuando las descubren en la cocina. 

   No os perdáis esta experiencia, es todo un gozo.

   INGREDIENTES:

 - 1/2kg de harina fina
 - 2 huevos frescos
 - 1 medida de aceite de oliva
 - 1 medida de zumo de naranja
 - 4 cucharadas de azúcar
 - 1 copita de anís 
 - 1 cucharadita de moka de esencia de naranja
 - 1 sobre de levadura en polvo
 - Aceite en abundancia para freír
 - Azúcar para rebozar

   ELABORACIÓN:

   Mi madre cuando hacía ésta receta utilizaba la cáscara de un huevo como medida. Yo mido la capacidad del huevo sin cáscara en una tacita y la utilizo de medida.

   En un bol grande ponemos la mitad de la harina ya pesada, la levadura y el azúcar. Mezclamos con unas varillas y seguimos incorporando los huevos, la medida de aceite, el zumo de naranja, la esencia de naranja o raspadura de piel de la naranja que hemos exprimido y la copita de anís.

   Ligamos los ingredientes con las varillas y cuando nos quede una masa ligera, metemos la mano para amasar y vamos añadiendo el resto de la harina poco a poco según nos pida la masa.

   El punto lo tendremos cuando la textura sea algo densa pero que aún se siga pegando en los dedos. No siempre se consume toda la harina medida.

   Forramos la encimera con papel vegetal y nos manchamos las manos con un poco de aceite para poder trabajar la masa sin que se nos quede pegada.

   Pellizcamos partes de masa y le damos forma de bolita. Es muy importante que no sean demasiado grandes porque luego crecen. El tamaño ideal es el de una nuez.

   Cuando tengamos toda la masa hecha bolitas, nos lavamos las manos y ponemos una sartén grande al fuego medio-fuerte, llenamos con el aceite hasta la mitad con unos trozos de corteza de naranja o de limón conoceremos el punto de calor del aceite.

   Mientras toma temperatura, practicamos unos agujeros en el centro de las bolitas y estiramos con los dedos formando las rosquillas.

   Pasamos las rosquillas al aceite y las freímos bajando la fuerza del fuego.

   Cuando las tengamos fritas por los dos lados, las sacamos a un plato con papel de cocina para que suelten el exceso de grasa y después las rebozamos con azúcar que tendremos colocada en un plato.
 
   Pasamos las rosquillas a una fuente y continuamos friendo hasta que las hagamos todas. 

   Lo normal es hacer la forma mientras se fríe una tanda, y entre frito y frito rebozar y colocar en la fuente. No se tarda nada en cogerle el ritmo y en un momento tienes todas las rosquillas hechas.

  ¡ Ahora sólo queda que lleguen los niños y sus amigos para tomarse un chocolate caliente y liquiden la fuente. Con un poco de suerte te puede quedar alguna para el desayuno!

    Si ésto sucediese, cosa poco probable, recomiendo que se guarden en una caja de chapa o en un recipiente hermético para evitar que se pongan duras.
 

2 comentarios:

  1. las rosquillas también son fantásticas y el toque del zumo de naranja y la copita de anís le dan singularidad.

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    1. Te recomiendo que cuando las hagas, dejes la masa lo más blandita que puedas para que te queden tiernas después de freírlas.
      Ya me contarás.

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